Arqueologia dels espais – La Rambla

La Rambla de Sant JoanSi hi ha un espai emblemàtic de la ciutat de Tarragona, pocs superen el passeig que centra l’actualitat de la ciutat de fa 170 anys. Al passat alguns han fet reculls de la seva petita història i són aquestes peces d’informació que sovint es perden a l’enorme bibliografia continuadament creixent i inabastable. Penjar-la a un web pot contribuir al seu coneixement i estimular la curiositat , àdhuc la creativitat d’uns i altres, de tots els que s’estimen la nostra ciutat.

Adjuntem un recull de reportatges apareguts al Diari de Tarragona, publicació degana, a altres époques nomenada “Diari Español”, fa més de seixanta anys i signats per Josep Maria Moragas Soler, que ens ha recollit el company Jaume Gómez Travé.

(La Rambla y su historial: clica “read more”)

LA RAMBLA DE TARRAGONA Y SU HISTORIAL

Fábregas Caputo y el 20 de agosto de 1854

Como es sabido, el 20 de agosto de 1854, en solemne ceremonia, comenzó el derribo de la muralla, primera fase para el trazado de la Rambla, siendo alcalde de la ciudad, Joaquín Fábregas Caputo.

Por la gran trascendencia de este simple acto, son merecedores de un comentario las principales personas que intervinieron para que ello tuviera efecto. Estanislao Figueras, José Martí de Eixalá, Angel de Romero y Joaquín Fábregas Caputo.

El 8 de julio de 1851, el Ayuntamiento se enteraba de dos cartas de los Diputados a Cortes, José Gassol y Estanislao Figueras, los cuales comunicaban que era oportuno promover de nuevo el expediente pendiente para el derribo de la muralla de San Juan. Así lo acordo la Corporación, nombrando al concejal Domingo Theilig para que pasara a la Corte y gestionara este asunto.

Al año siguiente, una R.O. declaraba “no haber lugar tal derribo”. Al regresar Theilig, se pensó dar un nuevo giro al expediente, solicitando la demolición a través del ramo militar, pero también resultó infructuosa esta gestión. La Dirección General de Ingenieros informaba que aún era prematuro tal derribo.

Y, de aquí nos trasladamos ya a la Revolución de julio de 1854. Se debilitaba el poder público, y este pasa en manos de Juntas Gubernativas nombradas por el pueblo. El día 27 se instala la provincial de Tarragona, de la que formaron parte el generel Ramón Nouvilas en calidad de Presidente, José Gassol y Porta como vicepresidente, y entre los vocales estaban los señores Estanislao Figueras, José Martí de Eixalá, Angel de Romero y otros más. Gassol y Porta era diputado por el partido judicial de Valls, aunque residía en Tarragona, Estanislao Figueras lo era por el de Reus, y José Martí de Eixalá lo era por esta ciudad.

Esta Junta Gubernativa dictó una serie de disposiciones. A primero de agosto, “enterada por el expuesto por el Ayuntamiento Constitucional, la Junta de Comercio y un crecido número de vecinos”, decretó el derribo de la muralla, y el 5 de agosto, nombraba alcalde de la ciudad, con carácter provisional, mientras no tuviera lugar las elecciones correspondientes, a Joaquín Fábregas Caputo.

Por lo tanto, este decreto de derribo fue dictado por la Junta Gubernativa antes del nombramiento del Ayuntamiento provisional. Más este Ayuntamiento aceptó llevar a cabo el derribo y en sesión 19 de agosto, a la que asistieron varios diputados provinciales, se señalaba la fecha del dia 20.

Transcribiremos una parte de esta acta municipal, que refleja muy bien el celo de Estanislao Figueras, solo para darnos cuenta de la feliz intervención de los entonces diputados provinciales y al propio tiempo miembros de la Junta Gubernativa: “Se ha manifestado que se abriese una suscripción voluntaria apelando al patriotismo del vecindario, a fin de arbitrar medios para cubrir los gastos del derribo hasta poder llegar a la prestación voluntaria, idea que ha apoyado el señor Figueras, exponiendo la utilidad de que se ponga en práctica desde mañana para inaugurar la obra, según se tiene proyectado y continuarla sin interrupción, tanto para satisfacer la ansiedad pública que tanto interés ha tomado en conseguir para el derribo la correspondiente autorización. Ha preguntado el señor Presidente si se abriría o no la suscripción voluntaria, acordándose verificarla y a propuesta del señor Figueras se ha convenido en principiarla los señores concurrentes que lo han hecho por las sumas siguientes: Rafael de Magriñá, 320 reales; José Gassol, 320 reales; Estanislao Figueras, 320 reales…” y sigue una relación bastante larga de donativos.

José Martí de Eixalá, diputado provincial por el distrito de Tarragona, fue otro de los vocales de aquella Junta Gubernativa que más se distinguió por su extremado celo en defensa de los intereses de la ciudad. El 2 de octubre del propio 1854, tomaba posesión de la Alcaldía. El 15 de diciembre convoca concurso para el “Plano de la Unión” y al año siguiente fue procesado por haber vendido 600 pinos de la propiedad municipal de “la Pascuala” del término de Montblanch, con el fin de destinar su importe a sufragar los gastos del derribo de la muralla. En vista de las irregularidades económicas y políticas de la provincia, las denunció al Gobierno sin resultado, presentando en su consecuencia la dimisión el 8 de noviembre de 1855. Martí de Eixalá, es un hombre que merecer ser estudiado con detención.

Respecto a Angel de Romero, también vocal de la Junta Gubernamental como representante de la Comandancia de Ingenieros, no se opuso al derribo de la muralla, sino por lo contrario lo fomentó, aunque al normalizarse la situación política, entorpeciera la aprobación del plano de la Rambla en legítima defensa de los intereses del Estado y en contra de los de la ciudad. de todos modos, pasará a la historia como autor del plano de la Rambla.

Y, por último, queda Joaquín Fábregas Caputo, a quien la Junta de Gobierno puso toda su confianza para que regiera la Alcaldía, interín se verificasen elecciones. En esta época, fue alcalde desde el 5 de agosto de 1854 al 2 de octubre de 1854. Su nombre quedará para siempre vinculado a los anales tarraconenses.

En el trance de rememorar todo un pasado que se remonta a los felices tiempos infantiles, quizá no pueda evitar los emotivos tonos que colorean de fantasias, la pretérita realidad de las cosas y los hechos. Así de niños, el caballo de cartón era el juguete común y corriente, arrastrado sobre el suelo engravillado de la Rambla bajo los plátanos cuyos troncos se hallaban entonces en plena adolecencia vegetal. Ello acontecía, igual que ahora, en las horas soleadas y en las temporadas de buen tiempo; y el “aro” de madera constituía el juguete deportivo por excelencia, amén de que algún muchacho de familia pudiente, podía permitirse el lujo de circular en su “triciclo” de hierro forjado.

La Rambla siempre y en todo tiempo, ha sido exponente de la climatología local, y por consiguiente donde se registraban los cambios atmosféricos con mayor evidencia y prontitud. Los alisios acusaban su presencia en ella, levantando verdaderas nubes de polvo, hecho éste tan típico y característico, que ha dado pábulo y fama a la vulgarizada frase ”a Tarragona manxen…”

A llegar a la canícula, solía aparecer inopinadamente, en la Rambla, una mujer valenciana, la señora María, expendedora ambulante de aquella rica “cachela” voceando su dulce y helada mercancía con el … “qui’n refresca… horchateé…!”.

Con todo nos hallábamos en plena época del “gas”. El gas del alumbrado público se inauguró en esta ciudad en 1854, hace justamente 100 años. Los faroles pintados de verde, intercalados por entre el arbolado de los hoy vetustos plátanos, adosados a los pétreos bordillos de las cunetas, formaban al anochecer fantástica teoría de incandescencias opalescentes.

Anochecido, pasaba el “farolero” con su alta vara rematada en su parte superior por un soporte metálico, donde lengüetaba la llama del petróleo, que había de inflamar el mechero “Ahüer”. Estos faroles propiciaban el juego de mozalbetes, llamado del “fanalet, clic, clec…” consistente en encaramarse hasta arracimarse tres o cuatro muchachos. El que llegaba tarde, era el que “paraba”…

Aquel primario procedimiento de luminotecnia callejera, posteriormente vino a incrementarse mediante la instalación de un sistema de transición al moderno alumbrado eléctrico. Nos referimos a la instalación de aquellos grandes globos de vidrio opaco que a trechos pendían sobre la línea central del paseo, protectotes del “Arco-voltaico” del que al dar contacto brotaba una viva luz, a fuerza de mantere la chispa eléctrica establecida entre dos carbones electródicos…

La Rambla ofrecía accidentes notables en la parte de su edificación. A principio de este siglo, o mejor en su primer cuarto, toda la banda de acera de numeración impar, comprendida desde el número uno hasta la esquina de la calle San Agustín, permaneció casi totalmente sin edificar. Eran contadas las casas existentes, cuyas medianeras devenían interrumpidas por las lagunas de los solares sin edificar y aun en su mayor parte sin desmontar; destacándose íntegramente por un ingente desmonte el trozo comprendido entre Roger de Lauria y calle Gerona.

En la esquina a San Agustín, colindante con el bar “La Peña”, existía un solar a principio de siglo que periódicamente lo ocupaba un gran barracón de feria, donde se proyectaban las primeras películas que vieron ls tarraconenses.

Existían otros varios solares en el tramo comprendido entre calle de San Francisco, o sea, el que fue desmontado para el edificio de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, esquina a calle del Asalto, y en todo el trozo siguiente hasta la casa Ventosa.

Al otro lado de la Rambla (números pares) existía sin edificar el solar del actual edificio de la central Telefónica, y levantábanse las dos casas gemelas. En cambio, la parte de números pares de la Rambla, se edificó con más celeridad habiendo permanecido muchos años sin edificar, o sea, hasta 1936, el solar de la esquina a Fortuny, (actualmente edificado por la Telefónica) ocupado a principio de siglo, sucesivamente y de manera temporal por la barraca del fotógrafo Polach; luego con mayor permanencia por el cinema “Novedades”, quedando, por último, sin edificar hasta 1936, en que se edificó la Central de Teléfonos. En este solar se establecían los “tios-vivos” de la feria algunas veces, otras barracas de feriantes, y es de recordar una lujosa barraca destinada a tómbola denominada “La Muñeca Ideal” donde se rifaba todo lo que allí se exponía.

Es explicable la rapidez en poblarse los edificios aquel lado de la Rambla por ser más solicitada la adquisición de solares, dada su ventajosa situación, que permitia ganar espléndidas vistas al mar, desde sus soleadas terrazas o galerías.

Los primeros edificios fueron los que forman esquina en las principales calles que desembocan a la Rambla. Y como hemos dicho la primera casa, fue la de esquina a Hermanos Landa, número 62 de la Rambla, edificada en 1859, o sea, que al cabo de cinco años de abierta la Rambla, comenzó la edificación. En este edificio vulgarmente conocido por Casa Nel·lo, el autor de estas notas vivió por espacio de 25 años. Esta casa era a manera de hito que inició el enlace de la vena comercial de la ciudad con la zona portuaria. Y desde aquella atalaya, he sido espectador consciente de buena parte de estas observaciones…

¿Cómo era un café de los de nuestra Ranbla? Daría lo mismo presentar como modelo, al extinguido “Café de Paris” (bajos del actual Banco Español de Crédito) que el llamado “Café de Europa” (hoy comedor del hotel del mismo nombre), aunque el propio y actual “Café de Tarragona”, que primeramente hubo de llamarse “Café de Tarragó” (por ser éste el apellido de su primer propietario) local que ya por entonces existía, conserva interesantes resabios de su primera manera de ser, claro está que sin el piano de cola y el armonium, desaparecidos. Pero recordemósle con nostalgia, ya que sus espejos murales todavía parecen reflejar aquel completo servicio que para el público y parroquianos ofrecía la casa, para tomar un sabroso “colado”. Sus mesas de mármol circulares o apaisadas, presentaban a primera hora de la tarde, las tazas, las copas, cucharillas y platillos de metal de alpaca, y en el centro de cada mesa la pareja de botellines forma de cono, uno con anís y el otro con ron para consumir a granel… ¡y sin recargo de precio alguno!

En verano se armaban las velas para comodidad de la clientela y aquellas lonas iban sostenidas por unos montantes de hierro unidos desde la pared de fachada a unos altos mástiles, por los que mediante un sistema de anillas y poleas se izaban o arriaban tirando de las cuerdas fácilmente…

Otros cafés y establecimientos similares, existentes a partir del 1900, era “Las Carolinas”, esteblecimiento especializado en las comidas de medianoche o “resopones” y que dio entrada en la gastronomía local a las célebres “Ostras verdes de Marennes”. Otro establecimiento similar fue el “Café de Mindanao”. Estos nombres recuerdan la época de aquellas que fueron nuestras lejanas colonias de ultramar. Vinieron posteriormente los “Bares” y registramos el “Bar El Dorado”, en el 43 de la Rambla, el “Bar Restaurante Petit Versalles” y no muy lejos de éstos la “Batería”, actualmente desaparecidos. También era típica la taberna de “A ca’l Boira”, núm. 72.

A propósito de cafés y similares que jalonaban, como ahora, nuestra Rambla, no podemos dejar de mentar agunos de los “personajes” que solían “parasitar” por dichos establecimientos, y que generalmente eran tipos populares: el señor Clavero, el de la flauta, autor de los poliedros apuntados, que se guardan en alguna vitrina del Instituto; el “Fatu”, gran rebuscador de “gatitus” como él decía aludiendo a las perras chicas con las cuales visitaba els “cellers” y las tabernas; el “Llebreta”, el cojo vendedor de Lotería; la Carabina, Pepe Tonto, Bombita, Pólit, L’Agustinet… De todos ellos podríamos explicar curiosas anécdotas.

Las “murgas” y orquestas de ciegos, también solían esfilar ante las aceras y terrezas de todos aquellos establecimientos de la Rambla. y no debe ser preferido el “organillo” propiedad de un obrero lisiado a ausa de un barreno que estalló en sus manos en la “Pedrera” de don Diego Gómez.

Citaremos por último la vaquería “La Suiza” cuyo local fue habilitado sucesivamente por el Centro Industrial, un garage o representación de automóviles, el Club Gimnástico y actualmente el cine Fémina.

Los primeros cinemas hicieron su aparición en nuetra Rambla de una forma esporádica podríamos decir, por consistir en Barracones de Feria que se instalaban temporalmente. Uno de ellos el “Cinematógrafo” de Polach (quien también tenía una Fotografía en otra Barraca de Feria, situada en otro solar de la Rambla, ya indicado) estaba instalado en la esquina de San Agustín, que era un solar de forma alargada. Puede afirmarse que este súbdito polaco, fue el introductor del arte de la luz en nuestra ciudad. El Cinematógrafo ambulante inició al público en la nueva afición cineasta y como en aquél entonces los “films” eran propiedad del empresario, cuando éste agotaba las existencias de aquellos, o sea, que el público los había ya visto y repetido, el señor Polach, levantaba sus reales para irse con su cine a otra parte, y hasta otra nueva temporada que volvía con sus nuevas producciones. Dicho empresario solía rematar su espectáculo presentando en las tablas una hija suya que se exhibía como atracción, apareciendo vestida de Mariposa de “Mil colores” y su padre actuando de Mago de la Linterna Mágica, hacía pasar por ésta varios vidrios de colores distintos, pero que desde luego no eran “mil” y enfocando el proyector sobre la femenil silueta de su no muy tierno retoño, ésta accionaba las alas de gasas y alambres salpicadas de lentejuelas, ofreciendo con ello el señor Polach un número final de fantasmagoría que el público copiosamente aplaudia.

Había otro Cinematógrafo (con todas las letras) también en un principio constituído por un barracón de madera y lona, situado en el solar de emplazamiento del actual Salón Moderno. Este local provisionalmente construido, no sabemos de quien fue propiedad, pues solo podemos afirmar que su primer propietario hubo de quebrar y durante algún tiempo estuvo sin funcionar, hasta que fue adquirido por don Isidoro Mengibar, que tuvo mucha más suerte que su antecesor, de forma que el Cine que tenía un alias (El Tiburón) se llamaba así porque se tragaba todo el público en competencia con su similar de la esquina, que al cabo hubo de desaparecer.

El Cine Moderno (Tiburón) fue parcialmente destruido por un incendio, lo que dio lugar a su reconstrucción con materiales más sólidos. Su fachada en esta segunda fase de recontrucción, ofrecía magnífico aspecto, pues era muy vistosa y estaba construida de madera labrada y decorada al esmalte y dorados. En su parte central tenía un Organo monumental, que al tocar accionaba un grupo de figuras de talla policroma, representando unos músicos con su director de orquesta al medio, batuta en mano, y que se movían al compás de las piezas musicales de aquel descomunal aristón.

La Sala de este Cine tenía dos divisiones: A la entrada general situada delante, en bancos de madera sin respaldo al principio; y la tribuna de preferencia, situada detrás y a medio metro de altura en el desnivel, y las localidades eran sillas de anea. Los precios oscilaban entre 0,30 pesetas la preferencia, 0,15 pesetas la general; y niños y militares (aludiendo a la tropa), 10 céntimos.

Hubo otro cine llamado el “Novedades” que estaba en el solar anteriormente ocupado por la Fotografóa de Polach. Tenía un escenario de unos 3 ó 4 metros de fondo, de forma que el telón de fondo, estaba pintado en la misma pared medianera de la Casa colindante, y representaba una marina con algo de playa y rocas. Tenía su entrada por la Rambla y las puertas de salida por la calle de Fortuny. También alborotaba con la música de un órgano para atraer al público, mientras un empleado voceador desde una tarima, invitaba a entrar con las consabidas “esta y la otra”, “vayan pasando señores”, etc. La Sala ofrecía características similares a las del Cine anteriormente descrito y el escenario tenía una capacidad muy limitada para “atracciones” de cante jondo, baile flamenco muy rudimetario y “cupleteo”.

Con el tranvia a railes y por arrastre que atravesava la Rambla desde la calle de la Unión por la de San Agustín, sólo mencionaremos algunas de las cocheras de servicio público existentes en la Rambla: Casa Panticana (más tarde Casa Martí) y la del Cochero Guapo, y otra también que si mal no recuerdo era de Pomdor, que luego pasó a la calle de Augusto.

El comercio hubo de manifestarse también, intercalado entre Cafés, Bares y similares, y daremos unos botones de muestra citando los siguientes establecimientos; La Parisien, perfumería; Casa La Gasulla, telas; Confitería Punsola; Sastrerías Sarsaneda, Arona y Brell; Almacén de Música, Instrumentos, Pianos Casa Ayné (actualmente Casa Ricomá); Encuardernador Juan Riba; Máquinas Singer. El quiosco frente al Café de Tarragona, existía a nombre de Miguel Baeza, corresponsal de Periódicos; y en la esquina de Conde de Rius, la Redacción de “La Opinión”, más tarde de “Dario de Tarragona” y de “La Tarde”.

JOSE Mª MORAGAS SOLER

10-13-14-19.08.1954